jueves, 17 de junio de 2010

Dracula de Bram Stoker

Stoker concibió Drácula como una novela epistolar. Con ello pretendía darle un toque del clasicismo imperante un siglo atrás. Aunque responde a rajatabla al género de terror (que se define por un palmario maniqueísmo: oposición del Bien y del Mal), rompió las convenciones de la novela gótica. En una época en que los avances científicos colisionaban con la fe, Stoker quiso poner en tela de juicio la razón, y a este fin introdujo un elemento sobrenatural y misterioso que trastocaba las vidas de unas personas confiadas en las bondades de la ciencia.  Desde su primera edición por la Constable & Co. de Londres, en 1897, la obra tuvo un éxito arrollador. No obstante, y como suele ocurrirles a muchos autores, a Bram Stoker sólo se le conoció por Drácula, cayendo en el olvido el resto de su producción literaria. Con La dama del sudario, su última gran novela, optó por repetir la fórmula de Drácula, pero sin obtener el reconocimiento de aquélla. Estructurada en una sucesión de documentos apócrifos, narra la espeluznante experiencia de un joven modesto que, para heredar una fabulosa fortuna, se verá obligado a establecerse en un tétrico castillo de los Balcanes.

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