Discurren –vías infalibles de trenes fantasmas, de vagones de sueños– a través del erial que está más allá de nuestras vidas, acarreando un tráfico sin fin de almas que han muerto. Puede oírse su traqueteo y zumbido en los lugares quebrados del mundo, a través de grietas abiertas por actos de crueldad, violencia y depravación. Su cargamento –los muertos errantes– puede entreverse cuando el corazón está a punto de estallar y se vuelvan claramente visibles visiones que deberían permanecer ocultas.
Estas autopistas tienen señales indicadoras, y puentes, y zonas de aparcamiento. Tienen peajes e intersecciones.
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